Hanna Arendt y la condición humana

Por María de la Lama

Cuando hablamos del presente, de este mundo complejo y raro, de sus nuevas tecnologías y sus nuevas problemáticas, solemos pecar de soberbia. Solemos creer que el mundo que nos tocó vivir es radicalmente distinto y novedoso, revolucionario en contraste con todos los tiempos que nos precedieron. Ignoramos la evidencia de que muchos antes que nosotros, si no todos, pensaron lo mismo, y que podemos encontrar instancias de nuestros “nuevísimos” miedos en pensadores o peatones de tiempos pasados.

Ayer fue La condición Humana, de Hanna Arendt, lo que me asentó el ego. Arendt introduce el libro, escrito en 1958, con una presentación de las preocupaciones que lo animan: la condición humana, vista desde una modernidad que re-acomoda las condiciones tradicionales del sujeto a través de los nuevos sucesos; que son sobre todo técnico/científicos, pero también ideológicos y políticos, trenzados estos últimos con las tecnologías y sus implicaciones para el “hombre futuro”. La antiquísima ambición humana de liberarnos de las “cadenas terrestres”, de nuestra afirmación como seres limitados a las posibilidades de nuestro planeta y nuestro cuerpo, se ve cada vez más posible; dice la autora. Pero las consecuencias de estos sueños que se realizarían van mucho más allá de lo que el ser humano habituado a la ausencia de reflexión, a acostumbrado a la “complaciente repetición de verdades que se han convertido en triviales y vacías” reconoce en su inercia. La pregunta, entonces, no es ya si podemos o no lograr estos sueños, constantes en la condición humana, sino si debemos hacerlo; si queremos o no emplear nuestros conocimientos técnicos de esta manera. Y esta pregunta, dice Arendt, es fundamentalmente política y filosófica.

A Arendt, como a muchos más desde la revolución industrial. le preocupa el advenimiento de la automatización, que en poco tiempo, dice, “ eliminará la necesidad del trabajo humano para el desarrollo económico de la sociedad”. Sostiene con seguridad que esta “liberación” es engañosa porque no reconoce que el trabajo, ese metabolismo social, es inherente a la condición humana. Esa preocupación de Arendt sigue hoy tan presente como nunca, y resulta interesante ver que no es nueva, y que los miedos no se han confirmado. Hoy hay menos desempleo y mejores condiciones de vida que nunca en la historia de la humanidad, mucho mejores que en los años en los que Arendt escribió si libro. Y seguimos anclados a la tierra, batallando por salvarla de nuestros excesos.

Resulta difícil sacar una conclusión definitiva de ver las reflexiones de Arendt desde los ojos del 2018, pero algunas ideas se dibujan, aunque sea con timidez: El miedo a ser económicamente irrelevantes es humano, pero es ciego. No somos capaces de predecir la innovación de los que nos suceden, de los que tienen que lidiar con las nuevas revoluciones científicas, con los nuevos inventos que reemplazan labor humana. En la condición humana, los miedos son recurrentes, pero las soluciones y la innovación, también.

 

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