Horizonte de riesgo…

Por: Miguel II Hernández Madero

La ciudad de Mérida se enfrenta al problema de devorarse a sí misma, al tratarse de una capital que concentra a más del 50 por ciento de los habitantes de Yucatán y que sigue creciendo en dos vertientes; por un lado con las colonias en condiciones precarias hacia el sur,  y por el otro deforestando los terrenos ubicados hacia el norte, de cara a la costa.

Parecen muy lejanos aquellos tiempos cuando se podía encontrar henequenales a un costado del Circuito Colonias, o con las ruinas de viejas casonas a pocos metros de las calles pavimentadas en el corazón de colonias populares. Ahora todo ha sido urbanizado para dar cabida al crecimiento del número de habitantes, que demandan servicios públicos, seguridad, asistencia social y vialidades.

Pensar que Mérida sigue siendo una tranquila ciudad provinciana donde “no pasa nada”, es cerrar los ojos ante una situación que crece de manera silenciosa, pero cuyas señales las tenemos a la vista. Una ciudad de más de un millón de habitantes, con muchos provenientes de otros lugares del país, con una mezcla de costumbres, puntos de vista, actitudes y demandas, necesariamente requiere atención, no solo urbana, sino también social.

Poco a poco tenemos una ciudad donde los hechos delictivos van en aumento, al grado que ya hasta son tomados en tonos de burla tanto propios como extraños. El decir “es peor en mi tierra”, o cerrarse en “los yucatecos no somos así”, en realidad nada resuelve y, por el contrario, van dejando que aumente el problema con el riesgo de crecer hasta que se salga totalmente de control.

Cuando ya la sociedad empieza a “normalizar” la violencia, los atracos, las agresiones, entonces estamos frente a un proceso de descomposición que debe ser atendido a través de políticas públicas, más que de actos políticos. En Yucatán es alto el índice de suicidios, desde jóvenes (casi niños), hasta personas en edad madura; la pobreza aumenta, las comunidades apartadas carecen de servicios de salud, los salarios son de los más bajos del país y las pensiones de los burócratas estatales están en riesgo… Todo ello en una entidad que ha sido promovida como una “tierra de maravillas, donde los sueños se hacen realidad, porque Yucatán merece más”.

Ojalá que en 2020, ya no sean solo frases pegajosas, palabras bonitas y sonrisas posadas, sino que en realidad veamos la aplicación de planes y proyectos enfocados a mejorar las condiciones del estado y eso es lo que en realidad merece Yucatán. Hasta la próxima…

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