José Inácio Vieira de Melo, un guardián de la palabra

Soy esclavo de la palabra. Aunque he intentado huir de la poesía, la ballena me atrapa y arrastra de regreso”, afirmó el poeta brasileño José Inácio Vieira de Melo (Alagoas, 1968), quien visitó México para participar en el VIII Festival de Poesía Las Lenguas de América Carlos Montemayor. El poeta platicó con Excélsior sobre este recital, su obra poética, y el canon literario de su país.

Vieira asegura que como poeta significó mucho para él estar en este encuentro de autores de América Latina. “Yo soy poeta, por lo tanto la realización de mi arte es la palabra. Estar en México en un mismo espacio con creadores que hablan otras lenguas originarias me deja un inmenso aprendizaje. Aunque nunca conocí a Carlos Montemayor, de quien recibí una invitación anteriormente para venir a este festival, tengo la impresión de que fue un hombre maravilloso, un poeta que dedicó su vida a las artes literarias, como artista, como incentivador de poetas. Todos los poetas que están aquí coinciden que es un gran personaje”.

Autor de libros como Roseiral (Jardín de rosas), Decifração de abismo (Desciframiento del abismo), A infância do Centauro (La infancia de Centauro) y A terceira romaria (La tercera peregrinación), la poesía de

Vieira de Melo combina las formas clásicas y la tradición oral de su pueblo.

“La crítica brasileña apunta que mi poesía toma el camino entre lo clásico y moderno. Soy un poeta que tiene cuidado con la palabra. Hay algo que quiero agregar: la presencia de la región donde nací, Alagoas, en mis poemas, cuya tradición oral es muy importante. Ahí veía y oía a los cantadores, ya fuera con panderos o guitarras, hacer cantorías improvisadas en endecasílabos. Por otro lado soy un estudioso, con una formación académica, soy un lector de clásicos, como sonetos blancos, sin rima, de los consagrados, como estudioso intenté deconstruir.

“Por ejemplo, en Roseiral incluyo imágenes muy románticas, pero también hay poesía erótica que se acerca a la pornografía, no hago concesión de palabras: escribo panocha, pucha, culo, sin ninguna pena de utilizarlas, palabras que nacen en ese desesperado gozo del sexo. Con este libro vine a romper esquemas, por eso recibí muchos golpes por parte de la crítica. Podría decir que es un libro iconoclasta”, relata.

Texto y foto: El Universal

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