La Ciudadela de San Benito

La obra se concluyó el primero de mayo de 1669 y formaba un hexágono rectangular con cinco murallas de 2 metros de altura

En el lugar que hoy ocupan los mercados municipales Lucas de Gálvez y San Benito, sobre un gigantesco basamento maya se edificó una ciudadela con construcciones religiosas, como el convento Grande de San Francisco, construido en 1737, y que fue amurallado durante el gobierno de Rodrigo Flores de Aldana para convertirse en una fortaleza y protegerla de un posible ataque pirata.

La obra se concluyó el primero de mayo de 1669 y formaba un hexágono rectangular con 5 murallas de 2 metros de altura y un espesor de 2.34 m. con seis baluartes de bastante solidez en cuyo interior se podrían albergar hasta 8 mil hombres de tropa.

En su página “Mérida en la Historia”, Sergio Ceballos Castillo describe que existían tres puertas: la del oriente por donde se les entregaban a los religiosos el alimento; la del sur donde ingresaban los feligreses a la Parroquia de San Cristóbal, que es la antecesora del actual templo consagrado a la Virgen de Guadalupe; y al poniente adosados a la muralla. Además de otra puerta, se construyeron el cuerpo de guardia, la Casa del Castellano, la sala de armas y el almacén de pólvora.

En el interior además estaban la capilla de San Francisco, la Capilla de la Soledad, la de San Luis, el Santo Nombre de Jesús, San Diego y San Antonio de Padua, detalla Gonzalo Navarrete Muñoz en su página Mérida la de Yucatán, destacando que el convento fue también escuela y hospital.

En 1754 la capilla de San Cristóbal pasó a manos del clero secular, lo que dio origen a problemas con los franciscanos, por lo que se decidió construir en la plazoleta del suburbio de San Cristóbal la iglesia de Guadalupe concluida en 1796.

El siguiente gobernador, Lucas de Gálvez, con miras a embellecer la capital dotándola de un sitio de esparcimiento, determinó en 1791 rebajar la parte Norte del Cerro con lo que se amplió el espacio y se construyó la Alameda o Paseo de las Bonitas.

En los últimos meses de 1821 el gobernador español, Juan María Echeverri, dio cumplimiento a una orden de la corte y procedió a desalojar a los franciscanos de su convento ubicado dentro de la ciudadela, lo que ocasionó destrozos de muchas obras de arte y pérdida de valiosos documentos, libros y manuscritos.

Entonces, el convento fue utilizado por breve tiempo como hospital, ya que sus administradores, los frailes de San Juan de Dios, posteriormente también fueron expulsados, por lo que el hospital regresó a su antiguo edificio, a un costado de la Catedral.

En 1834, se demolió parte del Baluarte norte de la ciudadela, el llamado Juan de Dios, con el objetivo de dar mayor amplitud a la calle de la Alameda que pasaba por ese costado. En 1837 se vinieron abajo los techos de la antigua parroquia de San Cristóbal y los otros espacios del lugar fueron utilizados como cuarteles.

Durante la separación de Yucatán ocurrida entre 1840 y 1843, el Ayuntamiento de Mérida reconstruyó uno de los edificios del convento para convertirlo en penitenciaria; sin embargo, no se le dio este uso porque la seguridad no era suficiente y quedó como almacén de guerra y de soldados.

El investigador Víctor Suárez Molina atribuye a los contínuos pronunciamientos y levantamientos militares que se haya dado la orden de demoler la ciudadela. La orden fue pedida por el gobierno federal el 2 de abril de 1861, concediendo al ayuntamiento los escombros que resultaran de la demolición, la cual no se llevó a cabo debido a la llegada del segundo imperio.

Fue al término de dicho régimen cuando se instaló la cárcel pública en el Castillo, lugar al que ingresaron criminales de todo el país. En marzo de 1869 después de un motín en la ciudadela se ratificó la demolición, iniciando el 25 de mayo, con la caída de algunos edificios, pero lo costoso de la operación la detuvo.

En 1878 la parte noreste del terreno fue cedida para la estación bodegas y oficinas del ferrocarril Mérida-Peto; en 1880 se aprobó el proyecto de un moderno bazar que ocuparía toda el área de la ciudadela, aunque al final solo fue una parte.

El Castillo albergó a la penitenciaría hasta el año de 1895 y el local fue acondicionado para establecer la escuela correccional de artes y oficios que funcionó en este lugar hasta 1907, cuando se trasladó al convento de la mejorada.

En ese mismo año, se cedieron terrenos del oriente de la ciudadela para el establecimiento de The Water Company, con su característico tanque de agua.

Finalmente, en 1948, durante la administración del licenciado Vicente Erosa Cámara, se llevó a cabo en la demolición de lo último que quedaba de la ciudadela: El Castilo. El 27 de mayo de 1950 La Noria del ex convento de San Francisco que se encontraba a espaldas del Castillo, fue declarada monumento histórico cuando ya había sido demolida.

Texto: Manuel Pool Moguel

Fotos: Cortesía

Leave a Reply

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.