¿La elección más importante?

 

No es extraño escuchar referencias a la de este año como la elección más importante de nuestra historia. La enorme expectativa que se ha generado en torno a este proceso electoral puede hacernos perder la perspectiva. Pareciera que votar por Meade, AMLO o Anaya fuese equivalente a firmar una sentencia que precipitará a México por un camino sin retorno; y más aún, esta visión parte de la premisa de que las elecciones que ocurrirán en un contexto de dificultades casi sin precedentes.

Estoy en desacuerdo con lo anterior por dos razones. Uno, por evidente que parezca, no podemos olvidar que el tránsito de un país no es constante ni en un solo sentido, en 6 años podremos confirmar o cambiar el rumbo. Dos, sin minimizar las dificultades actuales, y reconociendo el temor y la posibilidad de que el país se descarrile, basta escuchar la elocuencia de la historia para poner en perspectiva la coyuntura actual y observar cómo no es la primera vez que nos enfrentamos a preocupaciones de esta naturaleza en una elección.

En la elección de 1928, cuando Álvaro Obregón buscaba un segundo mandato, además del asesinato de este siendo ya Presidente electo, en ese proceso electoral los 3 candidatos a la Presidencia –Obregón incluido– murieron heridos de bala: Obregón, Serrano y Gómez. Pero quizás los ejemplos más revolucionarios que democráticos no tengan el efecto deseado. Repasemos algunas de las extremas complicaciones en las que se llegó a cuatro de las últimas elecciones presidenciales.

En 1988, el cisma al interior del PRI y la posterior salida de Cárdenas, Muñoz Ledo y compañía puso al candidato oficial, Carlos Salinas de Gortari, en graves dificultades durante la campaña hacia una elección que todo apuntaba que, quizás como ocurrió en la realidad, Cárdenas ganaría.

La turbulencia de 1994 hizo lo impensable, superar a la del 88. En enero, el mismo día y a la misma hora, entró en vigor el Tratado de Libre Comercio de América del Norte y en Chiapas un ejército indígena, el EZLN, hizo voltear a los ojos del mundo y le declaró la guerra al ejército mexicano y en marzo ocurrió el único magnicidio comparable al de Obregón, el asesinato de Colosio desató una crisis política y un sospechosismo sin precedentes.

En 2000, la elección llegó con la esperanza colectiva de, finalmente, ver el tan anhelado cambio de partido en la Presidencia de la República. Éste se materializó en la persona de un guanajuatense dicharachero y con botas que irrumpió en la escena política mexicana y logró hacer una campaña que desbocó las ilusiones de cambio de miles de mexicanos.

Y finalmente el 2 de julio de 2006 vivimos un ambiente polarizado al extremo, con lo que ya se antojaba casi un empate, y un ataque frontal desde el gobierno y el sector privado al candidato que acusaban de ser un peligro para México.

Ubicándonos en cada momento, fácilmente podría haberse afirmado 60 días antes de las elecciones de 1988, 1994, 2000 y 2006 que cada una de ellas serían las más importantes de la historia. Que cada una de ellas marcaría indiscutiblemente el rumbo del país. Y lo hicieron, lo que ocurrió en ellas tiene efectos que incluso hoy se mantienen presentes; sin embargo, también en cada una nos presentó la oportunidad de cambiar el rumbo de las cosas.

La de 2018 será una elección tan importante como muchas de las que la precedieron y muchas de las que vendrán. Ninguna elección es un destino sellado. Porque, ultimadamente, la elección más importante es siempre la que está por venir, porque es la única con capacidad de influir en el futuro que, no sé ustedes, pero es donde yo planeo vivir.

Por Eduardo Ancona Bolio*
eduardoanconab@hotmail.com

* Estudiante de Derecho y aspirante a diplomático con Ítaca en la mente.

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