La imprenta se consolida en Yucatán por nutrir el triunfo y la libertad

Mariela González expone en su tesis de investigación para obtener su doctorado que gracias a los impresos y no al campo de batalla, en el estado se logra la libertad triunfo, la libertad

La imprenta cobró mucha importancia en la lucha por la independencia y libertad en la Península de Yucatán, ya que a través de las ideas expresadas en periódicos y publicaciones de la época fue que se logró el triunfo y no en el campo de batalla como ocurrió en otras partes del país.

Así lo expresó Mariela González Calderón, quien en el marco de una edición más de las Tertulias Digitales, promovidas por Adabi de México, compartió hace unos días valiosa información que recopiló en las investigaciones que realizó para obtener su tesis de doctorado y en la que destacó que antes de que llegara en 1813 la primera imprenta a Yucatán, todos los impresos se encargaban en Cuba, México, Puebla o inclusive España.

Fue el comerciante Manuel López Constante, quien junto a su hermano Tiburcio, quien trajo la imprenta de La Habana, Cuba, y pensaban recuperar su costo de 6 mil pesos mediante el pago de suscripciones, lo que no se logró aún con el apoyo de la orden franciscana, que entregó mil 500 pesos.

Fue el sanjuanista José Francisco Bates, quien acordó comprar la imprenta en un precio de siete mil pesos, dando un anticipo de mil pesos y comprometiéndose a liquidar el saldo en dos años siendo fiadores los regidores Joaquín Quijano y Pedro José Guzmán.

Decidido a combatir la tiranía, Bates, que era un recalcitrante liberal, público el periódico liberal “El Misceláneo”, lo que finalmente le costó la cárcel en San Juan de Ulúa junto con Lorenzo de Zavala y Martín Quintana, el padre de Andrés Quintana Roo, así es es que los fiadores terminaron pagando el adeudo y a la postre formaron una empresa que se encargó de las publicaciones de la oficina del gobierno.

En la conferencia se dieron detalles de las primeras familias que se dedicaron al arte de la impresión y tipografía que, recalcó, se trataba de una labor en la que, además de que se tenía que ser muy culto para evitar erratas, realizaba una labor más artística para seleccionar los tipos que se utilizarían para lograr la belleza en la edición.

En este sentido, recordó que con la imprenta de tipos móviles cambió la humanidad y aparecieron oficios como el del cajista, el fundidor de tipos, el prosista y el maestro impresor, que propiamente era un mediador cultural entre el autor y el público, por lo que se requería ser un intelectual con prestigio.

Ésta era una labor que se enseñaba de padres a hijos o de tíos a sobrinos, y en este caso citó a dos mujeres que se destacaron en esta labor como Otilia Corrales, quien a partir del aprendizaje obtenido de su abuelo José María Corrales se convirtió en la primera fémina que ejecutaba con habilidad y maestría el arte de la tipografía. Algo similar ocurrió con Carmen Espinosa, quien allá por el año de 1877 desempeñaba esta labor aprendida de su padre José Dolores Espinosa Losa.

El primer impresor que llegó a Yucatán al firmar contrato con José Francisco Bates en 1813 fue el maestro José Fernández Hidalgo, quien era un librero de Sevilla, España, a quien diez años antes el fiscal del Santo Oficio multó y excomulgó por publicar poner a la venta libros prohibidos.

No pasó más de un año de haber llegado a Mérida (tenía 33 años y estaba casado con Gertrudis Valadez, con quien tuvo en esta ciudad a una niña llamada Marianela) que fue encarcelado por publicar en el periódico “El Sabatino” un artículo que fue considerado subversivo y que fomentaba la rebelión y la anarquía.

Más adelante se citó a los hermanos Manuel y Crescencio Anguas y a los descendientes de Francisco Seguí, Mariano y sus hijos Lorenzo y Antonio, que también fueron considerados maestros en el arte de la edición en Mérida.

Antonio Seguí publicó desde 1830 y hasta julio de 1847 “El Noticioso”, que se caracterizaba por traer el calendario del mes, la disposición del sol en relación a los signos astrológicos y la relación de los santos del mes, y ofrecía en sus páginas la novela de Alejandro Dumas, “El Conde de Montecristo”, señaló González Calderón.

Texto: Manuel Pool Moguel

Fotos: Cortesía

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