La lógica de investigación científica

Por María de la Lama

El problema de la definición y el estatus del conocimiento está presente en las reflexiones de la mayoría de los filósofos, sino de todos. En épocas más recientes este problema es formulado como el de distinguir el “conocimiento científico” del conocimiento no-científico y/o de lo que no es conocimiento. “La lógica de la investigación científica”, de Karl Popper, fue al momento de su publicación en 1934 el acercamiento más exhaustivo y sistemático a esta discusión; un estatus que incluso puede alegarse vigente.

La propuesta más importante del autor de La lógica de la investigación científica es la de definir la ciencia desde una nueva perspectiva: el “deductivismo”. Esta alternativa fue muy extraña para la época, porque rechazaba un concepto que había sido considerado fundamental para la filosofía de la ciencia: el razonamiento inductivo. Los argumentos inductivos, que pretenden llegar a una conclusión universal a partir de observaciones o proposiciones particulares (por ejemplo, “conozco diez filósofos y todos son antisociales; por lo tanto, todos los filósofos son antisociales”), habían sido considerados por la tradición esenciales para la ciencia. Pero esta postura había implicado siempre una enorme dificultad: que la inducción trae consigo lo que se conoce como el problema de la causalidad, o el problema de Hume. En resumidos términos, David Hume señaló que la necesidad no existe como algo sensible en el mundo, por lo tanto cualquier intento de justificar el paso de una observación particular a una proposición necesaria da lugar a una regresión al infinito.

Popper se enfrenta a este problema tradicional en Filosofía de la Ciencia proponiendo que el método científico no depende en realidad de argumentos inductivos, sino de argumentos deductivos (aquellos en los que, bajo cualquier condición, si las premisas son verdaderas, la conclusión también es verdadera: (“Todos los papás mienten y Gero es mi papá; por lo tanto, Gero miente”).

Según Popper, la lógica de la investigación científica consiste en proponer una teoría de la cual sea posible deducir principios particulares falsables (susceptibles de ser probados falsos), los cuales, al ser contrastados con la realidad, corroboran o falsan la teoría. Corroborar es muy diferente a verificar: mientras que verificar implica inducción, corroborar no, pues al ser un asentimiento provisional, no implica necesidad. Esta re-definición del método científico fue revolucionaria, por este intento de separar al conocimiento científico de algunos de sus competidores epistemológicos sin caer en las contradicciones que trae consigo el método inductivo.

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