La nueva mayoría

Por Antonio Novalón

¿Ustedes se imaginan el día en el que se junten todos los diputados electos de Morena?

No va a ser la reunificación de los pueblos de la verdad y de la razón histórica, va a ser la suma de los mayores desconocidos que sólo obtuvieron en común el olfato necesario y suficiente para apuntarse en una lista.

Es posible que haya un proyecto de nación, es seguro que apenas hay una ideología, lo que no existe es un partido y una estructura.

Si hay un plan contra la corrupción, la impunidad, las malas prácticas del Gobierno y el despilfarro, lo tienen que ejecutar los diputados y los senadores –y no por ser de sus padres o porque tengan sensibilidades distintas, sino porque cada uno tiene su propia carrera política y complicidades– quienes tienen que entender la importancia de compactarse en la necesaria unidad y no votar automáticamente en todo lo que pida el líder supremo. También deben de entender realmente qué están haciendo.
¡Qué ejercicio para el coordinador de las bancadas! ¿Quién va a ser?

De momento estamos viendo un gran ajuste histórico. Porfirio Muñoz Ledo será el primer presidente de la cámara de Diputados de la nueva era, después de la justicia social y de la larga marcha que empezó en 1988 con la ruptura del PRI con Cuauhtémoc Cárdenas. Todo mi respeto para el ingeniero Cárdenas, pero Andrés Manuel ha hecho lo que él nunca pudo: llegar a ser presidente.

Para los de la larga marcha del 88 esto debe ser el cierre, el final y el comienzo del ciclo.

El problema está en que esta victoria se ha hecho con unas posiciones tímidas, no en el caso de Muñoz Ledo, frente a lo que significa de verdad el “lopezobradorismo”.
Además, todo eso lleva a unos parlamentos y a unas mayorías que lo primero que habrá que hacer con ellos es dotarlas de una disciplina estadística y de comportamiento económico junto con los lineamientos de la corrupción. Asimismo, es urgente construirles una ideología, una seña de identidad, un programa que sea racionable y racional para que puedan aplicar sus señorías.

Toda la unidad está basada en el líder incontestable del movimiento, Andrés Manuel López Obrador.

El problema es que nunca, ni siquiera en la época de Santa Ana, México pudo ser el país de un solo hombre.

Imagínese ahora, con las complejidades que lo obliga a hacer un esfuerzo gigantesco para darle cohesión a lo que no lo tiene y no basta con el seguimiento a ojos cerrados al líder supremo. Es necesario entender qué es lo que están haciendo, porque en tres o seis años, lo que pasará con nuestros bolsillos, derechos y libertades dependerá de unos señores que lo único que han tenido en común es formar parte de una lista, y nada más.

 

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