Las cartas de Woldenberg

Por Eduardo Ancona

Piensoen la generación de nuestros abuelos, nacidos en un país más joven de lo que es hoy y con las marcas de una Revolución no tan lejana. En la de nuestros padres, en los años de sostenido crecimiento económico enmarcado en un régimen autoritario que nulificó a la oposición real. En la nuestra, en los años del TLC, las instituciones democráticas y la violencia desatada.

Nuestra generación nació, o al menos tomó conciencia de su existencia, en un país crecientemente democrático. Alguien que echó su primer llanto en 1995 lo hizo dos años antes de que el PRI perdiera la mayoría en el Congreso. En la lista nominal de electores para la elección de 2018, el grupo poblacional más grande era entre 20 y 24 años. Por primera vez en la historia de México un porcentaje tan alto del electorado ha vivido prácticamente toda su vida en un país democrático.

Sin embargo, la molestia social con la democracia es notable: según el Latinobarómetro, en 2016 48% de los mexicanos consideraban que la democracia es preferible frente a cualquier otro sistema de gobierno. En 2002 este porcentaje ascendía el 63%.

Quienes nacimos a finales del siglo pasado o principios de este corremos el permanente riesgo de no darle a la democracia el enorme valor que tiene como elemento ordenador de las disputas sociales y tomarla simplemente como algo dado y no como el producto de un tortuoso y difícil proceso histórico. Eso es lo que busca combatir José Woldenberg en su magnífico libro “Cartas a una joven desencantada con la democracia”.

Se compone por 17 cartas que el ex Consejero Presidente de entonces IFE dirige a una joven imaginaria a quien le habla igualmente de la importancia de la democracia no como una opción, sino como la única manera de procesar la competencia por el poder en una sociedad libre y transmitirlo sin sangre, del valor de la pluralidad y cómo esta sólo puede florecerse en democracia.

Estas cartas no sólo son valiosas en su contenido, sino que resultan tremendamente oportunas. Meses después de una elección presidencial histórica leer este libro nos recuerda que el día de las elecciones no es acudimos a un simple procedimiento ciudadano más, sino que es una ocasión que materializa las más básicas reglas de convivencia en nuestra sociedad y un día en el que, como en ningún otro, todos somos iguales. Es un libro que incita al malestar (constructivo) en democracia, pero vacuna contra el malestar con la democracia.

 

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