Las protestas en EU no paran, pese a las amenazas de Trump

Cientos de manifestantes vuelven a congregarse en Washington en una marcha pacífica por la violencia contra los afroamericanos.

Cientos de manifestantes volvieron a congregarse ayer en el centro de Washington DC en una protesta pacífica por la violencia policial contra los afroamericanos, pero una enorme valla les impidió acercarse a la Casa Blanca mientras las autoridades prometían reforzar aún más el dispositivo de seguridad.

“¡No puedo respirar!”, coreó un centenar de personas, que se tendieron en el suelo a la vez en la intersección entre las calles H y 16 para repetir la frase que enunció el afroamericano George Floyd la semana pasada, poco antes de morir por asfixia debido a la presión que ejercía sobre su cuello la rodilla de un policía blanco.

Los manifestantes se toparon con un nuevo perímetro protegido por las fuerzas de seguridad que les impedía acercarse a la Casa Blanca: una valla metálica de unos dos metros y medio de altura (8 pies) instalada la mañana del martes recorría el extremo norte del parque Lafayette, contiguo a la residencia presidencial.

Fue en ese parque donde, la tarde del lunes, las fuerzas de seguridad utilizaron gas lacrimógeno para dispersar a los manifestantes y permitir que el presidente estadounidense, Donald Trump, pudiera cruzar la plaza a pie para posar ante las cámaras con una Biblia en la mano ante la iglesia episcopal de Saint John.

El episodio generó una gran polémica, y tanto la Policía local como la alcaldesa de la capital, Muriel Bowser, se distanciaron ayer del suceso y aseguraron que no estuvieron implicados en el plan de la Casa Blanca para dispersar las protestas.

El diario The Washington Post reveló el martes que fue el fiscal general de EU, William Barr, quien ordenó personalmente que las fuerzas de seguridad que se encontraban en la zona expulsaran a los manifestantes del parque Lafayette antes de que Trump lo cruzara.

Algunos de los manifestantes que se citaron el martes ante la valla del parque Lafayette aseguraron que fueron precisamente los sucesos del lunes los que les motivaron a acudir ahora a las protestas, que de nuevo comenzaron en un ambiente pacífico, sin los incendios o saqueos aislados que suelen producirse ya de noche.

“La razón por la que he venido hoy es por lo que ocurrió ayer. Estoy aquí para que me disparen balas de goma y gas lacrimógeno”, afirmó Brian Norwood, un hombre blanco de 49 años, al Washington Post.

La protesta estuvo protegida en sus inicios fundamentalmente por agentes de la Policía local, un contraste con los activos de la Guardia Nacional y los efectivos federales de distintas agencias del Departamento de Justicia, incluidos el FBI y la DEA, que se desplegaron en el centro de la capital este lunes. En un comunicado, Barr advirtió de que la noche del martes “habrá todavía más recursos de seguridad” para contener las protestas, que también continuaron en otras ciudades, como Nueva York, Los Ángeles o Houston.

Nueva York vivió una nueva ola de protestas ciudadanas reclamando justicia y en contra del racismo, pese al aviso de las autoridades de que el coronavirus se puede extender y tras una noche de saqueos en Manhattan que llevó al alcalde a extender el toque de queda hasta el próximo domingo en un intento por frenar unos disturbios que han dejado partes de la ciudad muy afectadas y que han disparado la tensión política.

Texto y foto: EFE

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