Me robaron mi reflector

Por Sergio Aguilar

La histeria de Redes Sociales esta semana fue el circo con la niña Greta Thunberg. Para quien desconoce, esta niña sueca decidió hacer una huelga de sus actividades escolares por una preocupación por el futuro del medio ambiente, y ha servido de inspiración para niñas y niños de todo el mundo que están haciendo estas huelgas contra los gobiernos que no parecen aún entender cuál es el alcance del problema del cambio climático.

Pronto salió la ultraderecha a demeritar su discurso del modo más vil e indigno, aludiendo a su síndrome de Asperger o a que es una simple niña. Y también salió la izquierda supuestamente radical, a decir que solo se le escucha porque es blanca y europea, y no a los indígenas que han peleado esa batalla por siglos.

Este simple hecho nos permite entender la diferencia entre el enunciado y la enunciación. Cuando Greta Thunberg dice que le robaron el futuro, hay que admitir la veracidad de la afirmación. La deuda ecológica es un concepto que poco a poco se va colando en la discusión pública, y que se refiere a que estamos explotando al planeta de modo que estamos tomando más de lo que nos corresponde, no dándole el tiempo de regenerarse, y en ese sentido, de manera literal, estamos robándole al futuro. La derecha, al minimizar lo que dice porque viene de una niña “sin estudios”, o de una niña con Asperger, lo que hace es minimizar la nefasta consecuencia de la afirmación. No se espera menos de la derecha, sumida en el narcisismo paranoico que le caracteriza.

Lo que entristece es la reacción de la supuesta izquierda, enojada porque al indígena se le tilda de radical, de “contrario al progreso”, cuando lleva el mismo discurso y que no ha tenido el foro durante siglos que ha tenido esta niña a sus pocos años de edad. Este enojo es muy justificado pero tiene un límite, y ese límite es el narcisismo histérico de querer el reflector, sin importar para qué se quiera. La línea entre el señalamiento y querer el reflector es muy delgada.

Esto es muy simple: no porque lo diga una niña blanca y europea deja de ser verdad. Es bien curioso notar que la gente de supuesta izquierda que hace ese señalamiento nunca haya estado presente en la organización o manifestación de la problemática, como lo han estado activistas, académicos y organizadores de comunidades indí genas que sí han peleado este tema porque es su vida (y con ellos, la del planeta) la que está en juego, no sus 15 minutos de fama (algo que tanto le encanta a la izquierda liberal, que en realidad, es solo izquierda dentro del sistema neoliberal).

Lo que habría que hacer es aprovechar el foro que ella está teniendo para continuar empujando la agenda de la verdadera izquierda, que es la izquierda económica. Solo la refundación del sistema de producción, distribución, intercambio y consumo del capitalismo podría proveer un espacio para el repensar el futuro del medio ambiente, a un futuro más positivo.

Así que mientras Greta esté en el aforo internacional (que como sabemos, más le costó conseguirlo que lo que le va a durar), aprovechemos esos reflectores para señalar el cambio en el sistema económico. Notemos que al señalarlo se caerá la figura del activista y quedará la de la colectividad, la que procura el cambio más allá del narcisismo del reflector o del señalamiento soberbio. Lo que se requiere, es crear, una vez más, comunidad. Un istmo en la comunidad.

 

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