Navidad: atentos a las alergias alimentarias

Entramos en una época del año en que ingerimos más de lo habitual y, en ocasiones, en lugares no frecuentes. Si bien es cierto que los alimentos con los nutrientes que necesitamos para vivir y que consumimos habitualmente los toleramos sin problemas, a veces, cuando cambiamos nuestros hábitos fruto de celebraciones y reencuentros, podemos tener algún problema y, sin saberlo, padecer algún tipo de alergia alimentaria.

Las personas que sufren alergias alimentarias presentan síntomas al consumir determinados alimentos, pues su organismo ha desarrollado un tipo de  anticuerpos denominados Inmunoglobulina E (IgE) contra alguna proteína que contienen esos productos.

“Para que se produzca esta IgE contra el alimento, la persona debe haberlo ingerido antes en alguna ocasión (fase de sensibilización), aunque esto no siempre se recuerda”, subrayan los expertos de la Fundación Española del Aparato Digestivo (FEAD).

“La alergia a alimentos es más frecuente en personas de familias con alergia, aunque puedan ser otros tipos de alergias (eccemas, asma, rinitis). También es más habitual en niños que en adultos”, añaden.

En cuanto a los alimentos que más alergias suelen producir, la Sociedad Española de Alergología e Inmunología Clínica (SEAIC) detalla tres en el caso de los adultos:.

— Frutos secos.

— Fruta.

— Marisco.

Y marca como predominantes dos productos en el caso de los niños entre cero y dos años de edad:.

— Leche.

— Huevos.

— Pescado.

“En niños de corta edad, la alergia a un alimento puede desaparecer con el tiempo y permitir que el niño vuelva a ingerirlo si peligro. Esto ocurre, sobre todo, con la leche y el huevo. No obstante, a partir de los 5 años, disminuyen las posibilidades de tolerar un alimento al que el niño está sensibilizado”, comentan los especialistas del Departamento de Alergología de la Clínica Universidad de Navarra (España).

Asimismo, señalan que la mayoría de los pacientes alérgicos a un alimento se mantienen asintomáticos evitando su ingestión.

“Sin embargo, es posible tener síntomas con cantidades muy pequeñas del alimento (trazas) que pueden encontrarse de forma insospechada incluso como contaminantes. Es importante saber que la reacción alérgica NO depende de la CANTIDAD ingerida sino de la SENSIBILIDAD del paciente a ese alimento”, subrayan.

MÚLTIPLES SÍNTOMAS

Cuando una persona se ha sensibilizado, es decir, ha producido IgE contra un alimento, va a tener síntomas cada vez que lo digiera.

Estos síntomas pueden ser muy variados. “Los más frecuentes son: picor en la boca, hinchazón de labios o lengua, náuseas, vómitos o diarrea, picor o urticaria generalizada, hinchazón de párpados, rinitis (picor, estornudos, congestión nasal), asma (tos, ahogo y pitos o sibilancias en el pecho), mareo, caída de tensión y pérdida de consciencia”, describen los especialistas de la Fundación Española del Aparato Digestivo.

“Cuando aparecen síntomas en la piel y mucosas junto con rinitis, asma o síntomas digestivos, la reacción se considera generalizada y se llama anafilaxia. Si, además, se produce una bajada de la tensión arterial, se llama shock o choque anafiláctico. Esta reacción es grave, y aunque es extremadamente infrecuente, existe algún caso de fallecimiento”, manifiestan.

Para diagnosticar la alergia a un alimento, el alergólogo realiza una historia clínica detallada  que incluye el tipo de síntomas, el tiempo transcurrido entre la ingesta y la aparición de estos, la cantidad de alimento consumido y su preparación culinaria así como otros factores asociados a la ingesta, por ejemplo, la práctica de ejercicio físico o la toma de medicamentos.

En primer lugar, le formulará distintas preguntas al paciente sobre los síntomas, la frecuencia de las reacciones y otras cuestiones.

Luego, practicará determinadas pruebas como un análisis de sangre o un “prick test”. “El “prick test” o prueba intraepidérmica consiste en la aplicación sobre la superficie cutánea de una pequeña cantidad de un extracto alergénico (habitualmente una gota) sobre la que se efectúa una leve punción con una lanceta de punta corta”, detalla la Sociedad Española de Alergología e Inmunología Clínica.

El objetivo es observar si se produce o no una reacción en la piel y si esta es especialmente significativo o leve.

Pero si los resultados del análisis de sangre o del “prick test” no son determinantes, es posible que el alergólogo decida hacer una prueba de exposición o de provocación, que consiste en administrar el alimento sospechoso y observar al paciente.

“Es el último recurso en el diagnóstico alergológico y muchas veces constituye un procedimiento necesario para aclarar un diagnóstico de sospecha”, expone la Sociedad Española de Alergología e Inmunología Clínica.

Puesto que las alergias alimentarias pueden desencadenar reacciones graves, esta prueba debe hacerse “siempre bajo supervisión médica y en un centro hospitalario”, indica la Fundación Española del Aparato Digestivo.

“Es importante que ante la sospecha de alergia a alimentos se consulte al alergólogo para hacer un diagnóstico preciso que evite dietas excesivamente restrictivas y que asegure la detección de todas las alergias relevantes”, subraya esta entidad.

Texto y fotos: EFE

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