“Otra manera de ver y entender”

Por Manuel Alejandro Escoffié Duarte

Quienes hemos visto “La Rosa Púrpura del Cairo” (The Purple Rose of Cairo, 1986) recordamos bien cómo termina. Cecilia (Mia Farrow), una mujer desempleada durante la Gran Depresión y cuyo único paliativo de su miserable existencia es una sala de cine, acaba de recibir propuestas amorosas tanto del personaje de su película favorita como del actor que lo interpreta (en ambos casos, Je Daniels). Demasiado madura para pasar el resto de su vida en una ilusión, declina la oferta del ser imaginario a favor de su símil de carne y hueso; únicamente para que éste la deje plantada mientras vuela de regreso a Hollywood. Es cierto, la realidad supera a la fantasía en todos los niveles; incluyendo el de la crueldad. Afortunadamente, tal y como Cecilia comprueba antes de los créditos finales, aunque le demos la espalda, la fantasía siempre estará presente para ayudarnos a lamer nuestras heridas.

Al igual que Cecilia, he invertido una gran parte de mi tiempo en ver películas. De hecho, de manera bastante similar, las he utiliza- do como un pasadizo secreto con el cual poder burlar a mis problemas. Y seré aún más franco. Llegué a sentirme tan cómodo en la vida dentro de la pantalla que comencé a confundirla con la que me correspondía experimentar fuera de ella. El cine era mi única realidad, mientras que a la realidad misma la consideraba como algo menos que el cine.

Tardé años en tomar dolorosa conciencia de lo anterior. Y, sobre todo, en concluir que el cine y la “vida real” (sea lo que eso signifique) poseen nula relación entre ambos. Desde entonces, encuentro irrelevante aquella insistencia en negar o atribuir méritos a una obra cinematográfica según su grado de “realismo” o de “apego a la realidad” (términos igual de capciosos), al mismo tiempo que calificó de indignante el grado de subestimación en que la reflexión crítica en torno a la innegable influencia de las películas en la construcción de las percepciones de nuestro entorno tiende a estar relegada.

Lo cual me lleva a la columna que a partir de hoy podrán someter cada quincena al criterio de sus retinas. “Plano & Contra plano” pretende desmitificar dichas percepciones que el cine y otros medios narrativos nos predisponen a tener. En cada publicación, la manera en que una película o cualquier otro formato de la ficción representa aspectos de nuestro mundo (históricos, culturales, científicos, etc.) se verá con- trastada con fuentes verídicas del tema y un análisis lo más profundo posible alrededor de los efectos de tal representación en la psicología emocional de su receptor.

E.B. White dijo que explicar un chiste es parecido a disecar una rana. “Nos ayuda a com- prenderlos mejor, pero ambos mueren en el proceso”. No faltará quienes teman que, en caso de leerme, lo mismo pase con su simple y cotidiano goce del cine. Incluso si así fuera, en aras de un público con un mayor nivel de discernimiento, me atrevo a decir que bien valdría la pena semejante sacrificio.

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