Por qué cambiar

Por Mario Barghomz

¡Somos lo que somos! Por supuesto. Pero también, si se quiere, se puede cambiar.

La vida a veces no es lo que se quiere o se esperaba que sea. Y no se debe a la mala suerte o al destino como algunos creen (creencia ingenua); sino a uno mismo.

Sin duda, nadie nace para sufrir; pensamiento que limita y lastima, pero que solo el pesimismo humano puede expresar.

Cambiar a veces es necesario. Como cuando se cambia de coche o de casa, de país o hasta de cónyuge. Se cambia uno de ropa para sentirse mejor, más a gusto y más limpio. ¿Pero cómo cambiar el carácter, el temperamento? esa mala idea que tienen muchos de ser y que los hace tan miserables, tan despreciables. ¿Cómo cambiar las costumbres y los malos hábitos que han hecho de una persona ociosa, obesa, grosera, antipática, adicta, vengativa y celosa? Cómo cambiar para ya no sentirse tan bueno para nada, fracasado e inútil.

Para empezar, cambiar debe ser un propósito, un deseo, un proyecto y una tarea, en ese orden. Todo buen cambio se origina no en la conducta sino en el pensamiento, en la conciencia misma de la persona. Porque de otro modo todos los empeños serán vanos ya que no existirá una verdadera inteligencia de cambio, sino de simple ignorancia emocional.

Todo cambio no solo se desea o se espera. Para cambiar hay que trabajar en ello, aprender todo lo que sea necesario para hacerlo posible. Todo cambio, por pequeño o significativo que sea, implica renovación, interés, proceso, aplicación y conocimiento de una forma de ser a otra. En este sentido, el que quiere (y debe) cambiar conoce lo que ya no quiere ser o hacer, pero también debe saber y entender lo que sí quiere. De otra manera el cambio nunca sucederá y quedará en un simple deseo positivo pero vacío, en un mero propósito espurio.

Pongo un ejemplo: si un pugilista amateur quiere cambiar su racha de fracasos y derrotas, deberá cambiar todo aquello que lo hace un perdedor; desde su manera de entrenar, su técnica para boxear, su alimentación, pero sobre todo: su manera de pensar.

En la biblia el verbo cambiar aparece como transformar y renovar aquello que necesita no seguir siendo igual, bien sea el cuerpo, el comportamiento o el espíritu, sino de otra manera; más fresca, ideal y nueva. “No se amolden al mundo actual –dice en Romanos 12:2, sino sean transformados mediante la renovación de su mente. Así podrán comprobar cuál es la voluntad de Dios…”, “Pero los que esperan en Dios, renovarán sus fuerzas…” (Isaías 40:31). “Por tanto no desfallezcamos, antes bien, aunque nuestro hombre exterior decaiga, renovemos nuestro interior día con día” (2ª. Corintios 4:16).

¿Pero por qué cambiar cuando la tristeza, el dolor, la desdicha, la enfermedad y la pobreza nos han abatido? ¿Por qué esperar a que nos den un mal diagnóstico para decidir cambiar el rumbo de nuestra vida, de nuestra alimentación y nuestra conducta?

Cuando un adicto decide que ya fue suficiente porque está cansado de sufrir, el pobre de no tener y el desencantado de no ser feliz, su sensación es solo límbica y emocional, no racional. Y en este sentido, lo más seguro es que el cambio nunca suceda y sea solo presa del abatimiento hasta el final de sus días.

Aunque podemos aprender a cambiar desde un estado de dolor y sufrimiento, ¿por qué esperar a que nos suceda? Todo cambio significativo debe prever la desgracia, anticiparse a ella. Y esto solo se logra desde la cognición. Para cambiar hay que desaprender, vaciar, reaprender y actuar. No hay otra manera humana de corregir nuestra vida o hacerla más asertiva, óptima y vital.

A veces la gente necesita cambiar porque toda su vida ha vivido mintiéndose a sí misma sobre el estar bien sabiendo que está mal, y llega el momento en que hay que ser más sinceros consigo mismos, menos emocionales (temperamentales) y más reales, menos falsos y más auténticos, menos miserables y más felices.

Cambiar es como abrir una ventana (la del alma) para ser una nueva persona; más fiel a sí misma, menos temerosa y más segura. Cambiar, dice Joe Dispenza, ¡es despertar el alma! ¡Volver a nacer!: dice Jesús.

Leave a Reply

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.