Robo

Armando Escalante
Periodista y analista político

Sangre, sudor y lágrimas corrieron para que fuera realidad. Varias vidas se perdieron incluso; se rompieron sociedades de negocios, y también se acabaron amistades incluso. Nacieron enfrentamientos empresariales históricos, además de que hubo rupturas políticas. Fue una obra en la que se invirtieron multimillonarios fondos públicos; se manejó dinero, mucho dinero y sin duda, florecieron “negocios” lícitos y hasta ilícitos. 

Corría el año 1990 con el presidente Carlos Salinas de Gortari como gran impulsor, cuando la Secretaría de Comunicaciones y Transportes (SCT) presentó la concesión para construir y operar la autopista del Mayab —para unir Yucatán con Cancún— con una “supercarretera”.

Para ello se otorgó una concesión por un período de 17 años a Consorcio del Mayab, S. A., cuyos principales accionistas fueron conocidos empresarios peninsulares —difuntos casi todos— dedicados a la construcción y a otros muchos giros de variada índole. Los capitales más fuertes estaban ahí representados. Alguna negociación se hizo casi en secreto en algún penthouse en Nueva York, causando incluso un escándalo periodístico entre socios que se vieron excluidos.

Luego de ponerse de acuerdo, vio la luz otro negocio llamado Fomento de Infraestructura Turística (Fomintur) que a la postre se ocuparía de financiar gran parte de la obra. De esa forma nació el famoso Fideicomiso Autopista Kantunil-Cancún que durante años la operó. La construcción de la carretera comenzó en el año 1991, con un presupuesto de 489 millones de pesos. Con un gran esfuerzo incluso de la prensa como vigilante celoso de su realización, la mal llamada “supercarretera” —nunca lo fue— se inauguró en octubre de 1994, a punto de irse su principal promotor. 

Recuerdo personal —mención aparte de quien esto firma— ese día fue trágico: una camioneta Suburban con agentes del Estado Mayor Presidencial, se accidenta y mueren dos de sus ocupantes, siendo las primeras vidas que cobraría esa autopista, cuyo pavimento poroso estallaba las llantas de los vehículos. Desde ese entonces a la fecha, más de un centenar de personas han muerto por los accidentes.

Pero dejemos atrás la triste y cruenta historia que dio paso a la autopista para levantar la voz y decir que en dos patadas, sin que nadie vele por nuestro futuro, las autoridades Federales y la concesionaria ICA, le dan la espalda a los yucatecos y con el silencio o complicidad —sin chistar— del gobierno estatal, le arrancan un carril para pasarle encima la riel del tren maya y no se comprometen ni le ponen fecha, para construir otra carretera que supla la que llevó tantos años lograr.

Se comete un grave atentado contra la infraestructura porque como sabemos, no hay dinero para construir y devolverle el doble carril que le están inutilizando a esa arteria para pasarle encima el capricho presidencial. Se están —literalmente— robando una carretera a los mexicanos y nadie dice nada. 

Quienes usan esa carretera, se han topado con que un largo tramo se ha vuelto peligrosamente de doble sentido pero no se le descuenta a los usuarios ningún peso, por ofrecerles una vía que ya no es de cuatro carriles. Esta carretera que tiene fama de ser la más cara del país, ha perdido calidad, se ha depreciado, ya es más peligrosa porque achocaron a los vehículos en un solo cuerpo para que transiten muy despacio en doble sentido. Y a todos se les sigue cobrando la cuota completa. 

Ojalá que el Gobernador que estoy seguro no conoce la historia de dificultades que afectaron siempre a la autopista (hace 30 años el señor Mauricio Vila apenas tenía 10 años), salga en defensa de los usuarios de la mal llamada supercarretera, y cuando menos exija ante el gobierno federal y los concesionarios (ICA) que se reduzca el excesivo cobro en todo el largo tramo que pasó a ser peligroso y del mismo ancho que la vía libre por culpa de que le pasaron encima una vía de tren. Sé que es mucho pedir que vea que el gobierno federal haga la carretera que se roban porque estoy seguro que eso no ocurrirá. No mientras tengamos este presidente.

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