Tren Maya: Consulta sí, pero a especialistas y comunidades

Con la consulta que se hizo para el aeropuerto, y la que se va a hacer en estos días sobre el Tren Maya, personalmente me quedan más dudas que respuestas. La primera es, y ya se ha hablado de ella, el cómo es que Lopez Obrador está haciendo estas votaciones de dudosa legitimidad antes de tomar oficialmente su cargo. Porque me parece que aunque la intención pueda sonar muy “democrática”, no sé yo qué tan adecuado sea tomar decisiones por ese medio cuando se trata de proyectos de alto impacto.

He aquí mi segunda y más alarmante duda, ¿por qué tomarlo tan a la ligera, decidirlo en consultas ciudadanas cuando deberían de ser especialistas y estudios de impacto sobre el ambiente y la sociedad los que deberían decidir qué camino tomar?

Para eso existen secretarías y organizaciones que se dedican a estudiar las formas en que se puede a su vez generar desarrollo y conservar los ecosistemas y la riqueza cultural existente. Los megaproyectos deben realizarse basados en estudios ambientales confiables. En consultas con expertos que conozcan el territorio; desde ambientalistas a ingenieros, antropólogos o sociólogos que puedan encontrar formas de maximizar los beneficios y minimizar los impactos negativos a las zonas.

Hay muchas necesidades reales que tienen las comunidades que no se solucionarán con un tren turístico.

Y, sobre todo, se debe consultar a las mismas comunidades cuyos territorios se ven afectados por las decisiones que se van tomando “desde arriba” y que en muchos casos en lugar de mejorar su calidad de vida la empeora.

Pero nuestros gobiernos parecieran no querer escuchar a los expertos que levantan la voz o hacen públicas sus preocupaciones en torno a la forma de percibir el “desarrollo” que tienen ciertas autoridades, en la que la mayoría de las veces lo que más se desarrolla son sus propios bolsillos o los de sus amigos o familiares.

Por ejemplo, con el aeropuerto de Texcoco. Hasta ahora y desde que se empezó a hablar del proyecto en 2014, el gobierno de Peña Nieto hizo oídos sordos a las preocupaciones de especialistas. Como a esta columna publicada hace ya casi un año del ingeniero químico metalúrgico José Luis Luege, quien fuera Director General de la Comisión Nacional del Agua en el sexenio de Calderón, que nadie en el gobierno quiso escuchar. En el texto habla de la devastación a los ecosistemas presentes alrededor del lago Nabor Carrillo, donde aún se lleva a cabo la construcción del aeropuerto. Aborda también la historia del lago y de la importancia de esa fuente de agua, ahora prácticamente seca para la gente de la zona y para todos los capitalinos.

A nadie le importó. Tampoco importó que se pudiera tener un hundimiento de 30 centímetros al año o que Proceso hubiera reportado el negocio que esto podría ser para los involucrados en el negocio turbio del aeropuerto que ganarían dinero constantemente por restaurarlo.

La deforestación y el impacto en el uso del suelo, que en muchos casos cruzaría terrenos ejidales, es otro de los temas que deben tratarse con la seriedad necesaria.

La corrupción y el compadrismo en nuestro país nos han llevado a otorgar concesiones de dudosa acreditación, como en el caso del tren a Querétaro, que fue cancelado horas antes de que se publicara la investigación sobre la Casa Blanca de la aún primera dama debido a la conexión con Hinojosa Cantú.

También nos han llevado a no respetar los derechos de los pueblos a decidir sobre su territorio y a una devastación medio ambiental y social inaudita.

En torno al Tren Maya, se acaba de publicar una carta completa en la que distintas organizaciones, académicos y colectivos invitan al presidente electo a detener las prisas que parece tener el proyecto, y llevar a cabo los estudios de impacto ambientales y sociales necesarios. AMLO aún está a tiempo de no cometer los mismos errores que se han cometido en el pasado.

“Señor Presidente Electo, venimos de treinta años de regímenes que han impuesto megaproyectos en el país sin haber realizado los estudios necesarios con la seriedad que cada caso amerita. Hemos visto cómo muchos de ellos se han basado en Manifestaciones de Impacto Ambiental (MIAS) hechas a modo y se han realizado en medio de gran opacidad. Esto ha traído graves consecuencias para la sustentabilidad ecológica de México y la concordia entre los mexicanos. Hoy el país está devastado; su patrimonio biocultural ha sido seriamente degradado”

Esto se lee textualmente en la carta que aquí puede encontrarse completa. Y tienen razón. Mientras estuve trabajando en Radio Comunitaria en el estado de Oaxaca, me tocó visitar y seguir de cerca megaproyectos que se instalaron en comunidades durante los últimos sexenios. Y la forma en que han afectado a las mismas o cómo se han conseguido autorizaciones mediante engaños, amenazas o desinformación resulta alarmante.

De acuerdo a un análisis hecho por Paco Remolina Suárez, ambientalista que lleva más de treinta años trabajando en la Península de Yucatán, el tren Maya pasará por ecosistemas de selva y humedales que conservan fauna terrestre y acuática en peligro de extinción, entre los que destaca la mayor población de jaguares al norte de la Amazonia. La construcción del tren no solo afectaría directamente su hábitat sino también la capacidad de movimiento y cruza genética entre las especies existentes.

En el mismo análisis también se menciona que el tren cruzará por territorio de 124 comunidades maya, pero beneficiará solo a las 17, en las que tendrán estaciones. De estas 17, solo dos no cuentan ya con programas de turismo. Esto quiere decir que las 107 comunidades mayas más pobres por las que cruzará el tren no tendrán ningún derrame económico.

Las comunidades de la península también lo saben y ya alzaron la voz con un comunicado en el que expresan sus temores y necesidades así como su indignación por no haber sido consultados previamente.

Las 107 comunidades mayas más pobres por las que cruzará el tren no tendrán ningún derrame económico.

Hay muchas necesidades reales que tienen las comunidades que no se solucionarán con un tren turístico, empezando por la mejora de sus caminos y alumbrados para facilitar a los turistas la llegada a los proyectos de ecoturismo ya existentes, sin intermediarios y manejados por las propias comunidades.

También hay cuestiones de densidad turística que no han sido contempladas y que podrían llevar a algunos lugares de ecosistemas más frágiles —como Bacalar, que es laguna-manglar-selva—, a ser rebasados, ya que se necesitaría mayor infraestructura para poder atender a la cantidad de visitantes que llegarían y aún no está claro como se llevarían a cabo estas mejoras ni cuándo.

La deforestación y el impacto en el uso del suelo, que en muchos casos cruzaría terrenos ejidales, es otro de los temas que deben tratarse con la seriedad necesaria y no mediante consultas en las que podamos votar todos a pesar de carecer del conocimiento necesario para tomar decisiones de tanta importancia.

Texto: Encarni Remolina
Fotos: Agencias

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