Un tango triste

Es pleonasmo ese título. Al final, el poeta Enrique Santos Discépolo, todo un teórico de ese género, dijo sobre el tango: “Es un pensamiento triste que se baila”. Le agregaría el sustantivo intensidad a esa definición que es poema. Un tango se ejecuta con fuerza, sin dudas, apretando los dientes, con el cuchillo en la boca, justamente como Croacia le jugó ayer a Argentina en el Nóvgorov.

¿Y Messi? Dejen de buscarle culpas exclusivas a uno de los pocos magos que le quedan a este deporte colectivo. Lo escribo otra vez: colectivo. Sólo hubo un hombre que ganó campeonatos solo y ése fue Diego Armando. Ya no digan Pelé. ¿Un gigante? Sin duda, pero tenía a Gérson, Tostao y Clodoaldo jugando para él. Dejen de discutir.

Por otro lado, es verdad. Hay que asumirlo: Lionel es un fantasma que busca siluetas catalanas en el campo, que se frota los ojos porque a ratos ve el nombre Iniesta impresa en una camisa albiceleste. No obstante, sin equipo, sin técnico que genere la estrategia, en la cancha sólo va a escucharse un bandoneón desafinado cada vez que “Lio” toca la pelota.

¿Pecho frío? ¿Falso profeta? Sólo quien no ama al futbol con todas sus fuerzas osa llamar así al mejor de la actualidad junto a Ronaldo, quien hoy lleva -seamos sinceros- la delantera en la eterna discusión de los últimos tiempos. Aplaudo la gran victoria croata, pero no celebro la derrota argentina.

Sin Messi, pierde Rusia, perdemos todos. Si Nigeria o Islanda se vuelven los sepultureros de la albiceleste, un tango triste se va a escuchar en todo el planeta y no sé ni siquiera si Cristiano Ronaldo va a poder silenciarlo.

Texto: Alejandro Fitzmaurice
fotos: Agencia

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