Una carta significativa

Mario Barghomz
mbarghomz2012@hotmail.com

El viernes pasado mi hijo (ya padre de familia) me hizo llegar una carta que asimismo él recibió de parte de la escuela donde estudia mi pequeña nieta Ivanna Isabella.

La carta en cuestión es un reconocimiento de parte del gobernador de Yucatán, Mauricio Vila Dosal, donde felicita a mi nieta de ocho años (3º. de primaria) por su alto promedio y desempeño escolar. “Quiero felicitarte –dice la carta- por el alto promedio que obtuviste en el pasado ciclo escolar… Lograr un destacado promedio como el tuyo es un gran logro, es una gran motivación… También quiero hacer un reconocimiento a toda tu familia… Estoy seguro que todos están muy orgullosos de ti…”.

Mi intención al mencionarlo y escribir un artículo sobre ello, no tiene otro objetivo que reconocerle también al gobernador este tipo de detalles que no son usuales o típicos en nuestro país. Porque regularmente lo que se hace es reclamar, sancionar o castigar a los alumnos por sus bajas calificaciones o mala conducta, pero no que se reconozca (y menos de esta manera) a los alumnos más destacados.

Desde siempre, y después de nuestra Revolución (1920-21), en que se activaron las escuelas de educación pública, la consigna por parte de los maestros y las autoridades escolares era castigar a los alumnos que no aprendían, pero no honrar y enaltecer a los que sí aprovechaban el conocimiento académico. Dando por sentado que saber o haber aprendido bien, era ya suficiente para un alumno destacado.

Recibir un diploma por parte de una escuela no es lo mismo que reconocerle públicamente a un estudiante (delante de sus compañeros) que sea el mejor (o que esté entre los mejores) de una clase o de una generación. ¡Se llama alimentar su orgullo, su dignidad, su honor! Y de eso estamos necesitados en este país; de estudiantes orgullosos por sus logros y esfuerzo. Y por ende, de padres orgullosos también, de maestros y autoridades orgullosas de sus buenos y mejores estudiantes.

Como maestro jubilado, sé que de eso se trata la educación. Y no de lo otro, de exaltar lo malo buscando cómo corregirlo y soslayar lo bueno siempre con el temor, el celo y la envidia de señalarlo. ¡Honor a quien honor merece!

Por supuesto, como ciudadano y abuelo, le agradezco al señor gobernador. Pero además lo felicito por esta iniciativa que de él mismo o de parte de la escuela, haya dejado un espacio en su agenda para tener el tiempo y estampar su firma al calce de cada felicitación dirigida a nuestros mejores estudiantes en Yucatán.

¡Gracias señor gobernador! Sobre todo en estos tiempos de tanta incertidumbre de salud pública. Y sobre todo también porque para las familias distinguidas con esta iniciativa, resulta no solo generoso sino significativo dadas las condiciones actuales de estudio que han dado lugar a tantos juicios adversos.

Déjeme que honre yo también su sensibilidad y este gran detalle público de reconocimiento social, exento de ideologías, partidismo y banderas políticas.

¡Enhorabuena!

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