Videojuegos: la impermanencia digital

Por Marcial Méndez

Aunque aún es muy pronto como para despedirnos de los videojuegos almacenados en discos y cartuchos, es innegable que, conforme la tecnología avanza, la industria y las tendencias de consumo se alejan cada vez más de lo material. Propuestas como la de Google Stadia (un servicio de streaming de videojuegos), por ejemplo, dan indicios del posible futuro exclusivamente digital del medio.

Si bien la tendencia hacia la digitalización tiene sus ventajas, también implica una reducción gradual del control que los consumidores tienen sobre el software que adquieren. Antes, con tener el juego en físico, los consumidores tenían la certeza de poder acceder, de manera íntegra, a todo su contenido mientras el material del mismo aguantara (y vaya que aguanta).

Con las instalaciones digitales, es relativamente común escuchar de actualizaciones que remueven elementos del programa que originalmente estaban presentes (como ha sucedido con la música de la serie de GTA), de software al que ya no se puede acceder de la noche a la mañana (como el infame P.T.), entre otros sucesos preocupantes. Pareciera que, conforme se abandona el disco o cartucho por las descargas digitales y los servicios en línea, los usuarios sacrifican también buena parte del control que antes tenían sobre “sus” productos.

No obstante, un futuro basado en el streaming promete cosas aún más inquietantes para el mundo de los videojuegos. Al menos en la actualidad, el software sigue estando almacenado en la memoria de algún equipo de computo que es propiedad del usuario; esto no es el caso para el streaming. Así, la comodidad de poder acceder a producciones lúdicas de gama alta mediante prácticamente cualquier computadora vendría con el alto costo de depender inmensurablemente del proveedor: si el servicio llegara a ser descontinuado (o su oferta cambiara), el acceso a aquellos contenidos podría perderse por completo.

Aunque aún faltan muchos años para llegar al punto en el que el streaming se convierta en el estándar de la industria de los videojuegos (si es que alguna vez lo hace), es importante plantearnos, desde ya, los riesgos que ese cambio de paradigma plantea para el consumo y la preservación del décimo arte. Véase por dónde quiera vérsele, los videojuegos pueden llegar a ser productos de inmenso valor cultural; si llegamos a un punto donde ninguno de ellos llega a las computadoras de los usuarios más que mediante streams, ¿cómo podremos asegurar su permanencia para las generaciones futuras?

 

Leave a Reply

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.